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“Entre la ilusión y la añoranza”

Tatiana Bravo, 11B

 

 

Qué vértigo, qué nostalgia

pensar en todo aquello no valorado,

en cada momento menospreciado,

en ver las mismas cuatro paredes cada día,

el respirar el mismo aire cálido y opaco,

el ímpetu de la soledad y la sensación de estarse marchitando;

esa es tal vez, la peor dicotomía de la situación,

ser como una flor sin aire y sin sol.

 

Qué manera tan solapada y áspera de despertar,

el agua que trae y se lleva;

sórdido momento de imágenes reproduciéndose a cada segundo.

Resulta hilarante quizá la ironía de aquel dicho de la noción de lo perdido,

cuánta soberbia, cuánta necedad,

la incapacidad de valorar y la ceguera

son sin duda los causantes de los barrotes

que construimos alrededor de nosotros.

 

Un artista, un poeta

y cualquiera con la suficiente sensibilidad propia de los mismos,

que recorre cada punto de este mundo que puede o visualiza,

aprecia cada detalle de este que atrapa su atención;

recorrer esta ciudad, esta “Ciudad Gótica”,

toda una experiencia poética,

pero un poema no necesariamente es hermoso en cada verso;

es encontrarse con sensaciones y situaciones intensas,

como un fuerte sol por la séptima,

entre las calles de amapola por las viviendas rusticas,

por pasillos de historia y realidad;

noches oscuras de risas y chicha,

la lluvia que empapa los pies

y las luces de la ciudad que se mueve incesantemente;

un bello canto o una increíble rima en el transporte público,

el frio entrando por la nariz

y los atardeceres coloridos como cuadros para los que levantan la vista.

 

¡Qué hermoso, qué inefable!

ser una nota de esa melodía que esta ciudad tocaba cada día.

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Fotografía por Tatiana Bravo


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CUANDO TODO CAMBIÓ
Crónica por Liseth Estefania Barajas, grado once

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Pasábamos por las calles de mi barrio y junto a nosotras se encontraban los
ciudadanos apáticos, cada persona vivía en su mundo, veía entre admiración y
consideración a la señora bajándose del bus cansada por una larga jornada de
trabajo un domingo, al señor que vende sus arepas en la esquina habitual, a las
parejas que salen felices a comer un helado y al niño correteando junto a su
mascota… todo parecía ser un día normal, nada extraordinario.


Horas después llegamos a nuestro hogar mi madre y yo, llevamos las bolsas del
mercado junto al están de la cocina y luego de un rato ayudándole a organizarlo
me dirigí a la sala a ver tele junto a mi hermana, pasaba y pasaba los canales y no
encontraba nada interesante, lo mismo de siempre, pero de repente escuché un
tema que me angustió sin saber por qué. ¡ÚLTIMA HORA! Pasaban información
sobre un gran virus que nos estaba atacando, y escuché por primera vez ese
nombre que hasta el día de hoy invade cada conversación, y también nuestras
vidas, “Covid 19”. A la noticia de este día la acompañaba cifra de muertos que sin
imaginarlo crecería exponencialmente con el tiempo y no solamente en China, ese
lugar tan lejano, recuerdo que escuché esa noticia sin pensar o imaginar que
meses después ese enemigo invisible conviviría entre nosotros.


Con los días, el miedo creció, el virus transcendió fronteras y llego a Colombia,
esto género en mí y en mi familia mucha angustia, recuerdo la voz de la reportera
diciendo que las clases serían suspendidas y que entraríamos en cuarentena, me
vi de pronto entre en un lapso de desesperación e incertidumbre, no podía creer
como nos cambiaría la vida.


A partir de este día ya nada volvió hacer como antes, el pasar de las horas no se
siente, las tardes, las noches se volvieron interminables y se fundieron con mil
pensamientos. Desde ese momento viviríamos en la zozobra sin saber que
pasaría. Me senté, ya ni recuerdo que día, tal vez hace mucho, tal vez no y por mi
ventana contemplé las avenidas con el recurrente tránsito vehicular, pero sin las
transeúntes de antes, aquellos desprevenidos o caminado de prisa que siempre
les habitaban en la cotidianidad.


Pienso en la expresión de moda, porque ahora se hace más cierta que nunca
“éramos felices y no lo sabíamos”, sin embargo, meses atrás, sin darnos siquiera
cuenta, dejábamos de lado lo realmente importante por estar en el corre corre de
todos los días, ahora ya no podemos vernos ni abrazarnos como cuando

podíamos, también es verdad que vivíamos frustrados y cansados por ir a estudiar
o al trabajo sin saber que realmente era lo que más deseábamos. Ahora
aprendemos a vivir con este virus mientras encuentran una cura, la educación es
virtual, el trabajo cambio su nombre a “teletrabajo”, las visitas son a través de una
pantalla y así vivimos cada día.

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A ti mi estimado lector, te invito a que valores más que nunca lo que tienes y no
repares en lo que crees que te hace falta. Disfruta en la medida de lo posible cada
instante de la vida y no olvides que mientras puedas tendienle tu mano a quien lo
necesite, no sabes a quiénes puedes alegrarle el día con tu saludo, con tu
mensaje, con tu apoyo. ¡Que esto saque tu mejor versión.

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